Muchos de
nuestros padres no tenían la formación que hoy día la mayoría tienen,
muchos habían carecido de formación
alguna, otros tenían formación gracias a los grandes esfuerzos que hacían trabajando
para pagarse los estudios y otros desde bien pequeños trabajaban muy duro para
tener lo que hoy tienen, siendo grandes profesionales aunque no les avale una
titulación. Pero TODOS absolutamente todos, tienen unas características en
común, SACRIFICIO, ESFUERZO, LUCHA, CAPACIDAD DE ESFUERZO,…
Hoy, en
nuestra generación y en las venideras, dónde está todo eso. Damos a los hijos
caprichos innecesarios, les facilitamos las cosas de tal manera que pierden el concepto de esfuerzo y lucha. Los
defendemos tanto que no hacen por
superarse porque siempre están justificados y cuál es el resultado final, un
niño exigente, incomprensible, desmotivado, indeciso, sin capacidad de esfuerzo
y superación, sin ganas de nada ni por nada.
Debemos
plantearnos si lo estamos haciendo bien. Hay muchos padres, hoy día, que suplen
la calidad del tiempo con sus hijos por la cantidad, compensando los tiempos de
ausencias con regalos que ni siquiera el niño ha pedido, los castigos por un “¡no lo vuelvas a hacer más, vale!”, ¿Es
esto lo correcto?
¿Somos mejores padres por regalar más a nuestros hijos o castigarlos
menos?
Somos mejores padres si compensamos nuestras ausencias por motivos
laborales para poder darles a nuestros hijos lo que necesitan ahora y en un
futuro, con regalos.
Deberíamos hacer entender a los niños que lo que hacemos (trabajar,
nuestras ausencias,…,), tienen un motivo y una razón.
Tan difícil
es negarle algo a un hijo por el
sentimiento de culpa que arrastramos de no estar con ellos todo el tiempo que
deberíamos,…, ya lo sabíamos antes de tener a nuestros hijos,…, por qué viene
ahora el arrepentimiento, por qué maleducamos a nuestros hijos gratuitamente
por un sentimiento de culpabilidad nuestro como padres que ellos como niños ni
se plantean.
YO ME LO PREGUNTO,… Y AÚN NO
SOY MADRE.
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